domingo, 26 de abril de 2009

Las aguas más turbias de Emalsa


Emalsa sabía el 11 de marzo que el agua capitalina estaba contaminada por boro. Pero se replegó en el silencio hasta el 18 de abri.


NATALIA VAQUERO El 5 de enero también había 'camuflado' una turbidez que impedía el consumo en ciertas zonas de la ciudad: cumplió con la formalidad de colgar el dato en la web nacional sobre la calidad de las aguas de abasto, pero no lo anunció a los vecinos.

El escándalo sobre la contaminación del agua de abasto en Las Palmas de Gran Canaria no ha hecho aún que Emalsa, la empresa mixta que la administra, se ponga las pilas. Tras una semana repleta de informaciones sobre este asunto, la gestora sigue sin comunicar al Ministerio de Sanidad y Consumo que el agua de la capital grancanaria no es apta para el consumo al presentar concentraciones de boro "ligeramente superiores" a los límites permitidos por un decreto de 2003, que fija que el agua de consumo humano tiene que ser salubre y limpia. Esta alerta no aparece en la página web del Sinac, un sistema nacional al que todas las partes implicadas en el suministro de agua de consumo humano tienen que remitir de forma obligatoria los datos de calidad. La última información aportada por Emalsa sobre todas sus zonas de abastecimiento es del pasado día 22 y mantiene que el agua de la capital es "apta para el consumo".


Sin embargo, en las catas realizadas por la Consejería de Sanidad en tres de estas zonas el 11 de marzo, se detectaron niveles anormales de boro, hecho reflejado en la web del Sinac y que conoció el mismo día Emalsa, pero que no comunicó a los ciudadanos hasta el pasado 18 de abril. Las autoridades sanitarias establecieron en marzo la restricción de uso del agua, "que no podrá ser utilizada para beber, cocinar o preparar alimentos, ni en la industria alimentaria". Lo mismo sucedió el 5 de enero en los análisis realizados en la zona de Lomo Los Frailes-Las Torres, donde la turbidez detectada aconsejaba declarar el agua "no apta para el consumo humano". El principal impacto de una alta turbidez es meramente estético, ya que a nadie le gusta el aspecto del agua sucia. Pero además, es esencial eliminar esta suciedad para desinfectar totalmente el agua antes de ser bebida. Esto añade costes extra para el tratamiento de las aguas que llegan a las casas.


Que el agua sale de las desalinizadoras con niveles de boro superiores a los permitidos para la población se sabe desde 2007. Los técnicos y analistas encontraron concentraciones de este elemento químico hasta un 20% por encima de lo tolerable para la salud. Para paliar este inconveniente se aconsejó que las aguas desalinizadas fuesen mezcladas con otras aguas para reducir la concentración de este elemento, ya que resulta perjudicial para la salud en elevadas concentraciones. Emalsa anunció por fin el jueves que iba a adoptar esta medida recomendada hace dos años. El agua desalinizada se puede consumir sin problemas, pero siempre que se mezcle con otras naturales de mejor calidad, lo cual encarece también el proceso de tratamiento.


En febrero de 2007, el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria recepcionó la obra hecha por Isolux en la planta desalinizadora de Las Palmas III. El mantenimiento de esta potabilizadora es competencia de Emalsa, que culpa a Isolux de las anomalías en el agua de abasto. Sin embargo, es la empresa mixta la que tendría que haberse encargado de cambiar las membranas por otras de última generación que separen la sal del agua en el proceso de ósmosis inversa. Las actuales no retienen suficientemente el boro de los caudales procedentes del mar.


Lo grave es que ni en enero, ni en marzo se comunicó a la población la pésima calidad del agua que estaba consumiendo, sobre todo, para cocinar. Hubo que esperar hasta el pasado viernes, 18 de abril, a que el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria reconociese a última hora de la tarde la contaminación por boro del agua abasto, al tiempo que pedía a los ciudadanos "cautela" al utilizarla hasta que las autoridades sanitarias digan si es potable.


En los últimos datos remitidos por Emalsa al Sistema de Información Nacional de Aguas de Consumo (Sinac), del 22 de este mismo mes, aparece el agua como "apta para el consumo" humano y son además poco precisos si se comparan con los que aportan otras empresas gestoras de agua de abasto que operan en Gran Canaria y en el resto del Archipiélago. Los resultados de estos análisis de control parcial fueron obtenidos por la propia empresa mixta.


La palabra boro sólo aparece en tres informes entregados al Sinac y realizados por la Consejería de Sanidad el 11 de marzo. Afecta a las zonas de abastecimiento de Triana-Miller, Guanarteme-La Minilla y La Isleta-Puerto de La Luz. Sin embargo, Emalsa mantiene en sus catas propias que envía al Sinac que el agua no está contaminada. Por no aparecer, no aparece en ninguno de los informes obligatorios hechos por esta empresa la palabra boro, aunque sí se reconoce que en algunos puntos se han detectado niveles anormales de cloro libre residual, cloruro y hasta turbidez.


Es en la zona de Lomo Los Frailes- Las Torres donde un análisis parcial de Emalsa detectó el cinco de enero una turbidez en el agua que desaconsejaba su consumo. En esta ocasión tampoco se informó a la población y en la cata hecha cuatro días después ya aparecía el agua como potable. Esta calificación se da cuando los estudios comprueban que la muestra no contiene ningún tipo de microorganismo, parásito o sustancia, en una cantidad o concentración que pueda suponer un peligro para la salud humana; y cumple con los requisitos especificados para los parámetros microbiológicos, químicos, indicadores de calidad y radiactivos.


A tenor de los últimos análisis realizados, la calidad del agua de abasto en Las Palmas de Gran Canaria deja mucho que desear, aunque no se sepa con exactitud hasta qué punto supone un riesgo para la salud de los consumidores. El inconveniente del boro se produce sobre todo durante los meses de más calor en los que aumenta su concentración en el agua de mar. Una vez se cambien todas las membranas de las desalinizadoras habrá que esperar a ver si éstas pierden su eficacia con el paso de los años, lo que provocará en el futuro el mismo problema. Han pasado siete años desde la publicación del real decreto de febrero de 2003 para la vigilancia alimentaria que determinó que la tolerancia del ser humano al boro no puede sobrepasar una concentración de 1 miligramo por litro. Lo único claro es que Emalsa aún no se ha puesto las pilas y los ciudadanos siguen sufriendo por presunta falta de inversión la falta de calidad del agua que les llega a sus hogares.

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